Capítulo 11 – Jaque final.
NARRADOR.
La sala de juntas estaba llena, todos a la espera de lo que allí se decidiría. Accionistas, consejeros y periodistas a los que se les permitió el acceso. Nadie quería perderse el final. Fernando entró con la corbata torcida, los ojos hinchados y la rabia cocida en la voz. Sostenía una cifra: su veinte por ciento. Eso le daba un clavo donde colgarse. Se sentó, miró a todos y habló como quien pide clemencia, pero exige potestad.
—Reconozco mis errores, te falle Gabriela —dijo. —Me dejé llevar. Fue culpa de la carne, no de la gestión, he llevado un desempeño intachable al frente de la petrolera. Mi vida privada no invalida mis decisiones empresariales.
La sala se dividió. Algunos lo escucharon con lástima. Otros con fastidio. Él se dejó caer en el teatro: lágrimas, arrepentimiento, voz quebrada. Luego se arrodilló. Un espectáculo pesado.
Gabriela lo miró sin moverse. Fría. No habló hasta que la sala se calló. Cuando habló, su voz cortó:
—No me interesan tus falsas disculpas. Co