El aire se llenó del olor a metal quemado y azufre, Marco se armó de valor y levantó las manos, pero no en señal de rendición, sino como si estuviera a punto de cometer un acto desesperado de sabotaje.
— Aquí está — murmuró, preparándose para el primer grito que viniera del corredor.
Marco se dio la vuelta, y en ese instante, Greco y dos guardias salieron disparados de la esquina opuesta, no tuvieron tiempo de entender la escena, el humo, el vapor, las luces de la alarma, solo vieron a Marco parado junto al panel de control roto.
— ¡Bianchi! ¿Qué diablos has hecho? — rugió Greco, con la cara descompuesta por la furia.
Marco respiró hondo. Este era su papel final.
La jugada de Marco fue una declaración de guerra en su contra y la distracción que Darío necesitaba, ahora, solo le quedaba resistir y esperara que Elena fuera más fuerte que las cadenas que pronto lo atarían a él.
Aunque el fuego había sido contenido de inmediato por los sistemas automatizados, el vapor y el olor a metal qu