La mandíbula de Luciana cayó al suelo, al escuchar las burlas del mafioso.
— ¿Qué?
Dario se la quedó mirando con cara de sorpresa.
— ¡No puede ser! ¿Es en serio? ¿No lo sabias? — Casi gritó muerto de la risa.
A Luciana le hirió en lo profundo la burla a lo que ella apenas estaba descubriendo.
— Es en serio. No lo sabías, no puede ser, no te habías dado cuenta de que ese idiota te ama.
Luciana caminó un par de pasos lejos de él plantando la vista en la ladera de olivos que se veía por la ventana mientras su cerebro unía los cables intentando no hacer corto circuito.
Marco. Su Marco. Su amigo. Su… ¡Carajo, era cierto! Y ella no lo había pensado de esa manera nunca.
Por su mente pasaron los flashes del apuesto rostro de Marco, su sonrisa perfecta y cálida, su emoción para rato compartido con ella, una cita para el café era como todo un evento para él, siempre ahí, con ella a su lado.
Cuando su madre murió, fue el único presente, el que se durmió a su lado secándole las lágrimas, el que l