La calma que siguió a la gran victoria no trajo inercia, sino inspiración. En lugar de dormirse en los laureles de su reciente gloria, la alianza sintió el llamado del porvenir: un futuro que no podía construirse sobre ruinas, sino sobre nuevas raíces. Durante las primeras reuniones del consejo, con los ecos de la celebración aún resonando en las calles, surgió una propuesta ambiciosa: fundar nuevas aldeas mixtas más allá de las antiguas fronteras, donde no solo convivieran, sino que nacieran unidos desde el origen.
El salón de estrategia del faro volvió a cobrar vida. Antiguamente un refugio de urgencias y planes bélicos, ahora se transformaba en un taller de sueños. Sobre la gran mesa de obsidiana, los mapas eran reescritos. Las líneas que antes dividían, ahora se abrían como caminos.