Mientras las casas de Luminaria se alzaban entre los árboles antiguos y los reflejos del lago cristalino, una nueva noticia sacudió con ternura y asombro a toda la comunidad: Amara esperaba descendencia.
La confirmación llegó una mañana serena, cuando la luz del sol se filtraba tímidamente por los vitrales de la torre médica del faro. Vania fue la primera en saberlo, sus sentidos afinados detectando la vibración sutil de una nueva vida en el aura de Amara.
—No estás enferma, ni agotada por la batalla —le dijo con una sonrisa emocionada—. Estás creando algo... milagroso.
Amara se quedó en silencio al principio, procesando lo que eso significaba. Tocó su vientre aún plano con manos temblorosas. No era una sensaci&oa