El amanecer se filtraba lentamente por las ventanas del faro, pintando la estancia con tonos cálidos que abrazaban cada rincón. Amara se estiró, dejando que la luz acariciara su piel y respirando profundamente el aroma salado del mar mezclado con el perfume de las flores del jardín. Lykos dormía todavía a su lado, su respiración profunda y tranquila llenando el espacio con un ritmo constante y reconfortante.
Eryon ya no estaba en la habitación; se había despertado antes que ellos y corría por los pasillos del faro jugando con sus guardianes más cercanos. La tranquilidad del hogar, después de tantas batallas y tensiones, le daba un aire de normalidad que Amara había empezado a saborear como un lujo inesperado.
Se levantó con cuidado para no despertar a Lykos y se acercó a la terraza. La brisa matinal traía consigo el murmullo del mar y un canto lejano de aves marinas. Cerró los ojos, dejando que el viento acariciara su rostro, y por un instante, permitió que su mente flotara lejos de r