Sophie llegó temprano a su tienda, antes de que el cielo terminara de aclarar. El aire de DUMBO, en Brooklin estaba húmedo y cargado con el olor del río Este, mezclado con el humo de los primeros camiones de reparto. La pequeña edificación de ladrillo, testigo obstinado que se había negado a desaparecer entre los proyectos de desarrollo, parecía brillar con orgullo bajo las luces anaranjadas de la calle. La pintura azul cobalto de la fachada, con sus marcos crema, era como una sonrisa luminosa entre tanto acero y vidrio. Se quedó un rato escuchando el inconfundible sonido familiar del tráfico y del tren D, F o A, al cruzar el puente, que era una constante.
“Sophie no te distraigas, pronto llegan los clientes”, le pareció escuchar la voz de su abuela que siempre le decía eso. Encendió las luces de Sweet Passion y el aroma de cacao comenzó a expandirse, cálido y envolvente. En lugar de un escaparate lleno de cosas, Sophie