Mundo ficciónIniciar sesiónLa ciudad parpadeaba bajo ellos como un manto de estrellas terrestres, indiferente a las transformaciones que ocurrían en aquel penthouse que ya no era solo de Damien. Sophie había ido dejando su huella en cada rincón: una manta de cachemira color crema sobre el respaldo del sofá de cuero, fotografías espontáneas que capturaban risas compartidas en lugar de portadas de revistas, flores frescas en jarrones de cristal que suavizaban el acero y el mármol. El espacio había aprendido a respirar, a ser hogar y no solo refugio.
Esa noche, sin embargo, la atmósfera tenía algo distinto. Velas dispuestas sin patrón geométrico —orgánicas, espontáneas— proyectaban sombras danzantes en las paredes. La luz dorada lamía los contornos de los muebles, convertía los ángulos duros en curvas suaves. Sophie sintió el cambio desde que atravesó la puerta:







