Capítulo 119

Horas más tarde, cuando el cielo comenzaba a teñirse de tonos malva y dorado, Sophie despertó envuelta en el calor residual de la noche anterior. Damien seguía durmiendo a su lado, su respiración profunda y acompasada, su brazo aún rodeándola posesivamente incluso en sueños. Ella sonrió, memorizando ese momento: su rostro relajado, las líneas de tensión que usualmente marcaban su frente completamente ausentes, vulnerable de una manera que solo ella tenía el privilegio de presenciar.

Se deslizó con cuidado fuera de la cama, tomando la camisa blanca que él había usado la noche anterior. La tela todavía guardaba su aroma: cálido, especiado, masculino. Se la puso, sintiendo cómo la prenda le llegaba a medio muslo, las mangas cayendo mucho más allá de sus dedos. Era como estar envuelta en él, incluso cuando no la estaba tocando.

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