Mundo ficciónIniciar sesiónEl reloj del despacho marcaba las siete de la mañana cuando Marcus irrumpió sin avisar. Llevaba el rostro tenso, el gesto severo y una mirada que Damien conocía demasiado bien: la de un amigo que había esperado demasiado para intervenir.
El aire estaba cargado del aroma del whisky derramado sobre el escritorio. Damien, de pie junto a la ventana, observaba el amanecer sobre la ciudad como si buscara respuestas en el horizonte. Llevaba la camisa abierta, las mangas remangadas y la corbata colgando en un gesto de abandono que en otro tiempo habría considerado inaceptable.
—Tienes que parar esto, Damien —dijo Marcus, cerrando la puerta tras de sí—. Te estás hundiendo.
Damien no respondió. Encendió un cigarrillo y aspiró profundamente, dejando que el humo llenara sus pulmones y el silencio entre ellos.
—No vine a sermonearte —continuó Marcus—, pero







