La mañana se fue entre llamadas y mensajes que Sophie evitó mirar. Olivia insistía en que apagara el teléfono, pero ella lo mantenía encendido, aunque no respondiera. Había una parte de ella que lo esperaba. Que necesitaba escuchar su voz, aunque fuera para decirle adiós.

Al mediodía, un golpe en la puerta las hizo sobresaltarse. Olivia fue quien abrió. La expresión de su rostro se endureció al verlo. Damien estaba allí. En el pasillo.

Su traje oscuro contrastaba con la luz del edificio. La mirada fija, las manos en los bolsillos, pero su presencia llenaba el espacio como una tormenta contenida.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Olivia, cruzándose de brazos.

—Necesito hablar con ella.

—¿Otra vez? Pero…¿ cuantas veces, vas a venir a molestar?

—Dile que quiero verla—le habló con ese tono de que nadie le dice no, por respuesta.

—No. —Su respuesta fue inmediata—. Ella no quiere verte.

Damien dio un paso adelante—No te estoy pidi