Capitulo 139

El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas. Desde la ventana del departamento, Ana Lucía observaba cómo las nubes parecían incendiarse lentamente, como si el día se resistiera a morir. El calor de la tarde todavía se sentía en el aire, mezclado con el aroma tenue a jazmín que entraba desde el pequeño balcón, donde las macetas que había heredado de su abuela seguían floreciendo contra todo pronóstico.

El murmullo lejano del tráfico se filtraba hasta el octavo piso, interrumpido a ratos por el claxon de algún coche impaciente o la risa distante de un grupo de jóvenes que caminaba por la acera. Era un contraste extraño: la ciudad bullendo de vida mientras ella se sentía cada vez más aislada en un rincón de su propio mundo.

Llevaba varios días sintiendo que su cuerpo le estaba enviando señales de alerta. Mareos más intensos, un cansancio que se pegaba a su piel como una segunda capa y esa sensación de que cualquier preocupación podía hundirla más. La re
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