Capitulo 128

Después de un buen rato, Maximiliano llevo a Ana Lucía al barrio donde ella había vivido toda su vida. Aunque él quería esperarla, ana le pido que no, ella necesitaba hablar con su abuela de muchas cosas y luego tratar de convencerla para vivir en el centro de la ciudad. No fue hasta unos minutos después de besos cortos y llenos de amor, que Maximiliano regreso a la empresa por unos pendientes y luego ir a la mansión.

El barrio la recibió con su mezcla de olores conocidos: pan recién horneado de la tienda de doña Luz, humo de leña que salía de alguna cocina, y ese aroma persistente a tierra húmeda que siempre se quedaba atrapado después de la lluvia de la madrugada. El sol estaba alto, pero no abrasador; se filtraba entre las nubes dispersas, proyectando sombras suaves sobre las fachadas de casas que parecían haber estado allí desde siempre.

Ana Lucía apretó la bolsa que llevaba en la mano, sus pasos resonando sobre la acera de concreto agrietada. El murmullo de voces de vecinos y el
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