Nicolás regresó a su oficina con la tarjeta aún en el bolsillo, sintiendo su peso como una carga pesada, un recordatorio de la conversación perturbadora en la biblioteca. La opresión en su pecho no desaparecía; esa figura encapuchada había despertado una oscura curiosidad y un malestar que no podía ignorar.
Esa noche, mientras el viento azotaba las ventanas de su despacho, recibió una llamada de un número desconocido. No estaba de ánimo para más misterios, pero algo lo impulsó a contestar.
—¿Valverde? —dijo una voz profunda al otro lado de la línea, una voz que no reconocía pero que cargaba una intensidad escalofriante.
—¿Quién habla? —preguntó Nicolás, sin dejar que su tono revelara nerviosismo.
—Alguien que tiene una oferta que no puedes rechazar.
Nicolás rodó los ojos, pero permaneció en silencio.
—Parece que no entiendes la magnitud de lo que tienes en tus manos. Esa tarjeta es la puerta hacia el verdadero poder, uno que va más allá de lo que cualquiera de tus enemigos, o incluso