Nicolás avanzó por los pasillos oscuros de su oficina en el rascacielos del centro, sintiendo el peso de las palabras que resonaban en su mente: tres días. Podía sentir el reloj implacable contando, como un espectro acechante que le recordaba que la línea final estaba más cerca que nunca. A pesar de su ambición, una nueva ansiedad lo perturbaba. Aquella llamada había removido algo en él, como si hubiera un enemigo más peligroso de lo que jamás había enfrentado.
Mientras se sentaba en su amplio escritorio, una vibración suave lo sacó de sus pensamientos. Revisó su teléfono y, para su sorpresa, encontró otro mensaje de un número desconocido. La simple palabra que apareció en pantalla hizo que su pecho se contrajera:
“**Instrucciones.**”
Abrió el mensaje, solo para encontrar un breve texto:
*Si quieres las respuestas, ve a la biblioteca central a medianoche. Sótano. No olvides el reloj que llevas en la muñeca, es la llave.*
Nicolás entrecerró los ojos, examinando cada palabra, tratando d