Nicolás sabía que la última batalla apenas había dejado una muestra del caos que se aproximaba. A pesar de haber logrado escapar con Olivares, la noche le había revelado el verdadero alcance del poder de sus enemigos. La red que los rodeaba era más amplia y profunda de lo que había imaginado, una red construida con paciencia y determinación, tejida en la sombra por manos expertas.
Esa mañana, Nicolás y Ricardo se encontraban en un almacén secreto, uno de los pocos lugares que consideraba seguro. El lugar estaba rodeado de altos muros y custodiado por un equipo de seguridad en el que podía confiar, aunque cada vez sentía que confiar en alguien era un lujo que no podía permitirse. Las sombras estaban más cerca de lo que nunca habían estado, y la desesperación por el control empezaba a llevarlo a terrenos que jamás pensó que pisaría.
Ricardo revisaba un mapa de la ciudad, sobre el que había señalado los puntos donde se sospechaba que los enemigos de Nicolás operaban. Los rostros de sus a