Nicolás abandonó el edificio con el peso de la conversación aún retumbando en su mente. Sentía el filo de una nueva batalla y la tensión de un juego en el que, por primera vez, sus adversarios mostraban rastros de interés genuino en neutralizarlo. Las amenazas en los ojos del hombre que acababa de ver le habían dejado claro que sus enemigos ya no eran simplemente figuras en la sombra; ahora, los líderes de la Red estaban moviendo piezas.
La noche había caído por completo cuando Nicolás llegó a su refugio temporal, un ático sin muebles, cuya única compañía eran las luces de la ciudad titilando a través de las ventanas sucias. Sabía que no podía quedarse quieto, y las palabras del hombre resonaban una y otra vez: *“Una vez que cruce este umbral, no habrá retorno.”* Pero, para Nicolás, ya no existía posibilidad de retorno, no después de todo lo que había perdido.
Estaba revisando los informes de sus movimientos recientes cuando un sonido suave en la puerta captó su atención. Sacó su arma