El amanecer comenzaba a teñir el horizonte con tonos rojizos y anaranjados cuando Nicolás y Ricardo regresaron al almacén secreto. Las primeras luces del día apenas iluminaban el lugar, pero la tensión en el aire era palpable. Los papeles con la información sobre el “Espectro” estaban cuidadosamente dispersos sobre la mesa, una red de conexiones que prometía revelar la verdadera cara de sus enemigos.
Ricardo se acercó a Nicolás, su rostro reflejando la gravedad de la situación.
—Tenemos que movernos rápido, Nicolás —dijo, señalando las coordenadas y nombres que habían obtenido de Elías—. El Espectro está consciente de que estamos buscando su identidad. Probablemente ya está reforzando sus defensas y moviendo sus piezas.
Nicolás asintió, sus ojos fijos en los papeles. Sabía que cada segundo contaba y que cualquier retraso podría significar su fin.
—Organizaremos una operación doble. Mientras tú y tu equipo interceptan a los contactos de Espectro en el puerto, yo me infiltraré en su bas