Grayson
La noche me envolvía como un manto de sombras, pero ni siquiera la oscuridad era capaz de acallar el rugido que sentía dentro de mi pecho. Después de dejar a Azura descansando en mis brazos, con el miedo aún reflejado en sus ojos y esa desesperación que había conseguido arrancarme hasta la última gota de paz, supe que no podía quedarme allí fingiendo calma. Ella llevaba a nuestro cachorro en su vientre, y la sola idea de que cualquier movimiento de Kael pudiera alcanzarla, de que sus juegos enfermizos tocaran lo más sagrado que poseía, me hacía hervir la sangre.
Me levanté en silencio, besé su frente con un cuidado reverente y me obligué a apartarme, aunque cada fibra de mi ser me gritaba que permaneciera junto a ella. Pero no podía. No ahora. La amenaza de Kael se expandía como un veneno, y la única pieza que tenía frente a mí, la única capaz de darme respuestas, era esa bruja encerrada en las profundidades de mis mazmorras.
Mis pasos resonaban en los pasillos de piedra mient