Subtítulo:
“Cuando el deseo se mezcla con el destino, el control deja de existir.”
Kael fue el primero en retroceder. Su pecho subía y bajaba con fuerza. Cada parte de él exigía quedarse, tocarla, rendirse a esa energía que aún flotaba entre ambos. Pero no. Tenía que pensar con claridad. Había muchas cosas que Ariadna no sabía… y él tampoco estaba preparado para decirlas.
—Esto no puede seguir así —murmuró sin mirarla, con voz dura.
Ariadna cruzó los brazos. Su corazón latía tan fuerte que apenas podía oír sus propios pensamientos. Aún sentía el calor de su piel, el eco del contacto. Naira rugía dentro de ella, impaciente.
—¿Y qué sugieres? ¿Que finjamos que no pasó nada? —respondió, con un tono más dolido que desafiante.
Kael desvió la mirada al bosque. No quería verla, porque si lo hacía, perdería la razón.
—No se trata de fingir. Se trata de no caer. De no romper algo que ni siquiera entendemos aún.
—¿Y si ya está roto? —replicó ella—. ¿Y si esto no depende de nosotros?
Kael cerró