Subtítulo:
“No puedes esconder lo que arde en tu linaje.”
Kael no durmió esa noche. El vínculo que había sentido con Ariadna lo dejó inquieto, vulnerable, en guerra consigo mismo. No era simple atracción. No era deseo. Era una sacudida interna, un llamado directo al alma, un rugido ancestral que removía todo lo que creía tener bajo control.
Su lobo estaba fuera de sí. Daba vueltas dentro de él como una tormenta contenida, impaciente por liberar la verdad que llevaba años dormida. Intentó meditar, respirar, contener el fuego… pero fue inútil. Cada vez que cerraba los ojos, la veía: a Ariadna, arrodillada bajo la luna, envuelta en luz plateada, poderosa, hermosa, marcada.
—No puede ser ella —susurró entre dientes, como si decirlo en voz alta pudiera cambiar algo—. No ahora… no en medio de todo esto.
Pero por más que lo negara, lo sabía. Lo sentía en la sangre. Ella era su vínculo. Y ya no podía seguir huyendo.
Mientras tanto, Ariadna caminaba de un lado al otro en su habitación del ref