Subtítulo:
“La luna no elige… solo revela lo que siempre fue tuyo.”
Ariadna se despertó sobresaltada en medio de la madrugada. La ventana de su habitación estaba abierta, y la luz de la luna llena entraba como un río de plata que bañaba cada rincón. Algo en su interior temblaba. Naira, su loba interior, estaba despierta y nerviosa, murmurando palabras que aún no entendía. Había tensión en su pecho, una sensación que no podía ignorar.
El refugio parecía en calma, pero su corazón latía con fuerza. Caminó hacia la puerta descalza, sin molestarse en tomar abrigo. El aire nocturno la golpeó con un escalofrío, pero no retrocedió. Una energía misteriosa la guiaba.
Sus pasos la llevaron hacia el bosque. La luna se alzaba en lo alto, brillante, inmensa, como si solo existiera para ella. A cada paso que daba, su cuerpo respondía con una fuerza que jamás había sentido. El suelo crujía bajo sus pies, y su respiración se volvía cada vez más errática. Sabía que no era una noche común. Sabía que al