capitulo 24

Mientras tanto, en la residencia Marccetti, Lucrecia se despertó con el rostro húmedo, no sabía si por el sudor, las lágrimas o ambos. Se incorporó en la cama y miró a su alrededor. La habitación tenía las cortinas entreabiertas y la luz del don de filtraba entre ellas tímidamente.

Recordó la pesadilla con nitidez, pero también la presencia protectora de su tío. Paolo siempre había sido un pilar en su vida, y ahora más que nunca necesitaba de él. Se levantó y caminó hacia la ventana. A lo lejos, vio el jardín trasero y recordó su casa, y las veces que pasaba con Adrianna cuando eran estudiantes. Esa amistad seguía intacta, pero ahora había una distancia de cinco años de ausencia entre ellas.

Se duchó con calma y bajó a desayunar. Sofía ya estaba en la mesa, con una bata de satén color perla, bebiendo café.

—Buenos días, Sofia. —dijo con voz suave, aunque en sus ojos brillaba cierta frialdad.

—Buenos días —respondió ella con neutralidad.

—Escuché algo anoche... ¿estás bien?

Lucrecia se
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