capitulo 60

El sacerdote lo miró, sin entender del todo.

—¿Qué quieres decir, hijo?

Claudio levantó la mirada. Sus ojos, enrojecidos por el llanto, brillaban con una intensidad nueva, como la de un hombre que acababa de ver una salida donde antes había solo abismo.

—Quiero entregarme. Quiero… ser sacerdote.

El padre Ricardo entrecerró los ojos, sorprendido por la fuerza de aquella declaración.

—¿Estás consciente de lo que dices? No es un camino ligero, ni fácil. No es un escape.

Claudio asintió con firmeza.

—Lo sé. Y no lo busco como huida… lo busco como condena y como redención. Quiero que mi vida sea servicio. Quiero cargar con el peso de los pecados del mundo, como yo cargué con el mío. No puedo ser padre para mis hijos, pero quizás… solo quizás puedo ser padre para los que no tienen uno.

Hubo un silencio reverente. El sacerdote, conmovido, se acercó más y lo miró con profunda seriedad.

—Si decides esto, Claudio, deberás morir al hombre que fuiste. Significa que renunciarás a tu nombre, a tus
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