Claudio miró a su padre. Se abrazó tan fuerte a él. Paolo se debatía entre Adrianna y su hijo. Deseaba poder estar con uno sin lastimar al otro. Deseaba proteger a ambos. Su corazón se rompió en mil pedazos, al escuchar la historia de su hijo.
—Hijo. Me duele está situación.
—Padre, perdóname. Adrianna perdón. Fallé... Fallé. No pude cumplir con lo prometido pero fue más fuerte que yo.
—¿Que hiciste hijo?
—Fui. Los ví. Padre. Son hermosos mis hijos. Pero no. No me acerqué. Simplemente los miré a distancia. No los quiero lastimar padre. —Paolo pasó las manos por su rostro. Su frustración era tanto al ver a su hijo en esa situación.
—Hijo mío. Cuánto daría por que las circunstancias fueran otras.
—Tranquilo padre. Es mi destino y lo acepto. Paolo sentía la impotencia de no poder ayudar a su hijo. Verlo demacrado y con ojeras marcadas
Era la certeza de que Claudio tenía noches sin dormir. Sus pensamientos eran un vaivén entre el alivio de haber tomado una decisión.
el temor de lo qu