El amanecer apenas se asomaba entre los árboles cuando Lía comenzó a entrenar. El claro del bosque, húmedo por el rocío matutino, se había convertido en su santuario durante los últimos días. Sus pies descalzos sentían cada vibración de la tierra mientras esquivaba los ataques de Selene, quien se movía con la agilidad de quien ha sobrevivido a demasiadas batallas.
—Más rápido —ordenó Selene, lanzando un golpe que rozó la mejilla de Lía—. Los exiliados no te darán tiempo para pensar.
Lía giró sobre sí misma, conectando un golpe en el costado de su mentora que la hizo retroceder. El sudor perlaba su frente y su respiración era agitada, pero en sus ojos brillaba una determinación feroz.
—Mejor —concedió Selene, limpiándose un hilo de sangre del labio—. Tu cuerpo recuerda lo que tu mente olvidó.
Se detuvieron un momento. A lo lejos, podían escucharse los preparativos de la manada. Kael había convocado a antiguos aliados, lobos de territorios vecinos que respetaban el linaje de los Blackwo