El bosque guardaba secretos que ni siquiera los lobos más antiguos conocían. Esa noche, mientras la luna menguante apenas iluminaba el sendero, Axel lideraba a los guardianes en un rastreo que llevaba horas sin resultados concretos. El olor persistía—una mezcla de ceniza, sangre seca y algo más primitivo que erizaba el pelaje de todos.
—Sea lo que sea, conoce nuestro territorio mejor que nosotros —gruñó Axel, transformándose de nuevo en humano mientras los demás guardianes formaban un perímetro alrededor del claro.
Derek, el más joven de los guardianes pero con un olfato excepcional, se acercó con el ceño fruncido.
—No es un lobo común. Ni siquiera estoy seguro de que sea un lobo.
—¿Qué quieres decir? —Axel se tensó.
—Huele a... poder antiguo. Como las historias que contaba mi abuela sobre los primeros cambiaformas.
El silencio que siguió fue interrumpido por el crujir de una rama. Todos se giraron, pero solo encontraron oscuridad entre los árboles. Axel sintió un escalofrío recorrer