Un Alfa descontrolado por el dolor y los celos.
El rugido del Alfa Petya se escuchó en el despacho. El beta bajo las orejas, aunque su Alfa fuera el menor de los hermanos Salvatore, no por eso era menos peligroso.
— Está bien, lo siento, pero lo que dije lo sostengo, puede que tú luna este en peligro y tú aquí pensando lo peor de ella. Saldré a buscarla de inmediato, roguemos a la diosa luna que se encuentre bien.
Giorgio salió con unos guerreros a recorrer la ciudad, Petya estaba demasiado rabioso por lo que había escuchado, no estaba pensando con claridad, sus instintos asesinos estaban activados, Para un Alfa era inaceptable una infidelidad de parte de su compañera.
Las horas pasaban, recorrían todo, pero no encontraban nada, por supuesto que el beta no sabía que la luna tenía una casa apartada de la ciudad.
— Beta Giorgio, la manada ya se durmió, no hay nada, ni ningún lugar en donde más buscar, a la luna parece que se la tragó la tierra. — Uno de los centinelas hablaba.
— Agrrr... Vamos al castillo, quizás ella