En la oficina, el ambiente estaba tenso, incluso antes de que Sebastián cruzara la puerta. Había discutido con su jefe minutos antes, repitiendo que no tenía por qué aceptar esa reunión, que no le interesaba perder tiempo con un hombre como Miguel.
Lo despreciaba con cada parte de su ser luego de escuchar todo lo que Sofía le contó. Sabía lo que su esposa le había hecho a Sofía, conocía las heridas que ella aún cargaba, y a veces todavía se culpaba por no haber reaccionado aquella vez que un periodista los sorprendió y tomó la foto.
Había querido golpearlo para evitar que la imagen circulara, para protegerla del escándalo, pero se contuvo… y ahora lo lamentaba.
Su jefe, sin embargo, no aceptó excusas. La empresa había puesto los ojos en un proyecto demasiado importante, uno que estaba en manos de Miguel, y cualquier problema personal debía quedar de lado. En contra de todos sus deseos, Sebastián aceptó. Entró en la oficina sin esconder la frialdad que lo dominaba, se sentó frente a él