Cuando Martín llegó a casa, lo primero que hizo fue dejar las cosas de Sofía en la mesa que estaba en medio de la sala. Aún no podía creer que, en un arrebato de ira, Clara fuera capaz de arrojar las cosas de su hermana a la basura.
Lanzando una bocanada de aire, se dejó caer sobre el sofá. Sacó su celular y buscó entre sus contactos a Sofía para decirle lo que pasó y que él tenía ahora sus pertenencias.
—No llega nada —susurró para sí mismo al notar que no se marcaba como recibido.
Esperó durante unos minutos, pero no recibió respuesta. Luego, intentó llamar a ese número, y tampoco contestó. Dejó su celular sobre la mesa y se recostó pensando en qué otra cosa podría hacer para que Sofía recibiera sus cosas, por lo menos ese cuaderno de bocetos que era tan importante para ella.
—¡La agencia de inmigración! —exclamó para sí mismo, sentándose de golpe—. Ellos seguramente tendrán alguna información acerca de Sofía —susurró para sí mismo tomando las llaves de su auto y un saco.
Condujo en