—¿Amigo? —repitió el dueño del bar asimilando las palabras, con un brillo de esperanza en sus ojos— ¿Entonces, se conocen? ¡Maravilloso! —exclamó incluso antes de que Sofía le asintiera con un gesto de duda.
—Sí, podría decirse que sí.
—Por favor, señorita. Llévese a este hombre. Es el borracho más problemático que he llegado a tener en mi bar.
—¿Problemático? —cuestionó ella en medio de un susurro mientras veía a Sebastián, el cual luchaba para mantenerse a sí mismo de pie.
La imagen que tenía de él, distaba mucho a lo que tenía frente a sus ojos. El desespero del dueño era evidente. Si bien Sofía llegó a escuchar que una persona borracha se comportaba como lo contrario de su «yo» sobrio, tener una prueba de eso, cara a cara la hizo preocuparse un poco.
—Sí. No hay día en que no falte, bebe como loco.
—¿Eso no es beneficioso para usted? —Ladeó la cabeza, algo confundida.
—Se supone, pero con este hombre he tenido más problemas que beneficios —logró decir soltando un suspiro, y se pas