Sofía, cumpliendo con su palabra, se dedicó a buscar la casa adecuada para Sebastián. Observaba con atención cada detalle, si habría que hacer alguna reparación, incluso la distancia que había hasta los lugares principales: Restaurantes, hospitales, supermercados. Todo lo que veía lo escribía en su libreta junto con las ventajas y desventajas de cada una para presentárselas.
Hizo un trabajo meticuloso; sin embargo, a la hora de presentar su informe, notó que él poco le estaba prestando atención y que su mirada estaba perdida.
—¿Me está escuchando? —indagó ella con una pequeña muestra de irritación. Frunció sus labios, intentando retener cualquier palabra imprudente, que pudiera dañar su frágil interacción.
Había pasado la última media hora hablando con la pared, y él ni siquiera se dignaba a mirarla o a las fotografías que le mostraba.
—¿Sebastián? —sacudió su mano frente a su cara para captar su atención—. ¿Te encuentras enfermo? ¿Puedes escucharme, por favor? —su voz salía casi en