—¿Qué estás haciendo aquí, Mariana? ¿Quién te dejó entrar a mi habitación? —Fernando lanzó el ramo con fuerza sobre la mesa.
Mariana cubrió su pecho con una mano y se acercó a él con el bebé en brazos, temblando.
—Pude entrar porque dije que éramos tu familia… pero por lo que veo, estamos muy lejos de significar algo para ti, ¿no es cierto?
—Mi hijo es mi familia. Gracia es mi familia. Tú no, Mariana.
—¿Hasta cuándo vas a permitir que esa mujer te pisotee? Está casada, Fernando. Gracia nunca te ha amado. Tienes que volver con nosotros, regresar a la ciudad y empezar una nueva vida —la voz de Mariana se quebró, pero él apenas la miró mientras señalaba la puerta con frialdad.
—Lárgate, Mariana. La única mujer que quiero en mi vida es Gracia.
Ella apretó al bebé contra su pecho y dio dos pasos hacia él, desesperada.
—Si tanto la amas… ¿por qué te me insinuaste? ¿Por qué fuiste especial conmigo, Fernando? No entiendo… —su voz se quebraba en cada palabra, intentando encontrar sentido a lo