Cómo cayó Fernando
Años atrás, Fernando lucía exitoso. Trajes a medida, chofer, reuniones con gente importante… pero el andamiaje de ese éxito tenía nombre y apellido: Gracia. Ella corregía contratos, cerraba proveedores, calmaba clientes y, cuando él perdía la cabeza, era quien mantenía el barco a flote. Él se acostumbró a firmar triunfos que no había sudado.
Entonces apareció Mariana.
La recomendaron “de confianza”. Secretaria nueva, sonrisa que duraba un segundo más de lo necesario, perfume que se quedaba en la oficina aun cuando ella ya se había ido. Su primer día trajo una carpeta con separadores a color, y una mirada que no rehuyó el inventario: reloj de Fernando, su corbata, su anillo. Catalogó. Eligió.
—Si necesita que me quede hasta tarde, me quedo —dijo con una voz limpia, casi ingenua.
No parecía ingenua cuando se inclinaba sobre el escritorio para alcanzar un papel que perfectamente podría haber pasado del otro lado. No parecía ingenua cuando rozaba “por accidente” su ante