Fernando volvió a casa como si nada hubiera pasado, pero al fijar la mirada en la pared principal del salón, notó que su imponente retrato ya no estaba allí. Frunció el ceño.—¿Dónde está el cuadro?Avanzó unos pasos y encontró a Gracia sentada en uno de los sofás. Llevaba una venda en la cabeza y el rostro marcado por moretones.Corrió hacia ella, alarmado, y se arrodilló a su lado, sin poder ocultar el desconcierto.—Gracia, mi amor… ¿qué te pasó?La recorrió con la mirada, buscando más señales del daño.Gracia lo observó fijamente, sin parpadear.—Quiero el divorcio, Fernando —dijo con calma, pero con un tono irrefutable.Él se puso de pie de un salto, negando con vehemencia.—¿Divorcio? Por supuesto que no, Gracia. Mi amor, ¿de qué estás hablando? Sea lo que sea que haya pasado, podemos solucionarlo. No me pidas esto… no ahora.—Fernando, ya tomé una decisión —replicó ella, firme.—No, mi amor… Gracia, por favor, sé sensata. Este no es el momento. No después de todo lo que hemos v
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