Beatrice regresó con el café en mano, el rostro más cansado que antes, pero aún sereno.
Al ver a Isabelle sentada sola, se apresuró a acercarse.
—Perdón por tardar, querida —dijo, dejando el vaso sobre la mesa—. ¿Todo bien?
Isabelle se levantó despacio.
—Noah salió de donar sangre… pero se desmayó.
Está en observación.
Y James… sigue en cuidados intensivos.
Beatrice se quedó en silencio unos segundos.
Luego asintió, con el rostro sombrío.
—Voy a verlos. A los dos.
No puedo quedarme aquí sin hacer nada.
Isabelle la vio alejarse por el pasillo, con pasos lentos pero decididos.
El amanecer comenzaba a asomarse por los ventanales.
La luz era tenue, dorada, pero no traía consuelo.
Isabelle seguía sin entrar a ver a ninguno de los hermanos.
Solo estaba ahí.
Esperando.
Y entonces, las puertas se abrieron.
Jonathan entró primero, impecable como siempre.
Evelyn lo seguía, con el rostro serio, los ojos buscando respuestas.
—Beatrice nos informó