La cena se servía con precisión. El comedor de la Mansión Moore estaba iluminado con luz tenue, cuidadosamente ambientado entre candelabros antiguos y copas que reflejaban más que vino. Los platos estaban perfectamente distribuidos, pero el aire alrededor decía otra cosa. Había una tensión sutil, como si cada gesto contuviera un pensamiento que no debía filtrarse.
James comía en silencio, la mirada ocasionalmente perdida en la textura del mantel.
Noah estaba recto en su silla, los nudillos apenas marcando el borde de su copa.
Isabelle alternaba entre cortar su comida y fingir que no sentía la presión de estar justo en medio.
Beatrice, como siempre, observaba todo. Y hablaba solo cuando el momento era quirúrgico.
—James —dijo finalmente, cruzando su mirada con la de él—, ¿dónde está Celeste? Pensé que vendría contigo.
James dejó los cubiertos con elegancia.
—Está en casa de su tío. La suya aún está en reparación desde la última tormenta.
Beatrice levantó una ceja, co