Él sostenía el regalo aún entre los dedos, pero sus ojos solo la veían a ella.
En silencio, James extendió la mano y la colocó suavemente sobre su rostro.
Solo los dedos.
Solo un instante.
Un gesto que no se atrevía a ser más.
Una súplica sin voz, una frontera respetada.
Isabelle cerró los ojos apenas sintió el contacto.
Como si su cuerpo recordara algo que la razón había intentado borrar.
James bajó la mano sin apuro.
—Gracias por el regalo —dijo en voz baja.
Isabelle abrió los ojos, lo sostuvo con una mirada frágil.
Suspiró.
—Voy a buscar a Camille y Lucie —dijo, como quien necesita huir antes de quedarse.
James no la detuvo.
No por falta de deseo.
Sino por respeto al momento que aún ardía.
—
Más tarde, entre las sombras más cálidas del evento, James y Noah se cruzaron junto al bar privado de *The Glass Atelier*. Un lugar reservado, con madera oscura, cristalería tallada y licores que sabían más que muchas memorias.
James sostenía un **Oban