La cena había terminado, pero el comedor seguía lleno de voces suaves y miradas cómplices. Las copas vacías y los platos retirados dejaban espacio para la conversación que se tejía entre risas y planes.
Isabelle se levantó con calma y se dirigió a los niños.
—Es hora del baño… y de ir a dormir.
Leah y Alex se giraron al mismo tiempo hacia James, con ojos brillosos.
—¿Puedes venir a vernos cuando estemos en la habitación? —preguntó Leah.
—¿Despiertos, eh? —añadió Alex, con una sonrisa traviesa.
James asintió, con ternura.
—Claro. No me lo perdería.
Dos empleadas se acercaron y tomaron a los niños con delicadeza, llevándolos por el pasillo entre risas y pasos ligeros.
James se volvió hacia Camille y Lucie.
—Entonces… ¿qué más saben de la fiesta?
Camille se acomodó en su silla, entusiasmada.
—Será en el Salón Montclair. Tiene espacio para todo: juegos, escenario, zona de descanso. Leah quiere luces colgantes y Alex pidió una pista de autos en miniatura.
Lucie añ