Isabelle entró con suavidad a la habitación de Leah. La niña estaba sentada en la cama, abrazando su almohada, la mirada fija en la ventana.
—¿Puedo sentarme contigo? —preguntó Isabelle.
Leah asintió sin mirarla. Isabelle se sentó a su lado, en silencio unos segundos.
—Perdóname, Leah. Por no habértelo dicho antes. No fue porque no lo sintiera. Fue porque no sabía cómo hacerlo sin confundirte.
Leah bajó la mirada.
—Quiero ir con James.
Isabelle acarició su espalda con ternura.
—Aún no puede ser. Pero te prometo que esta noche voy a hablar con él. Y dependiendo de lo que él diga… veremos cómo tomar el siguiente paso.
Leah la miró, seria.
—Ya prometiste que hablarías con él. No puedes romper la promesa.
Isabelle sonrió con tristeza.
—No la romperé. Te lo juro.
Leah se lanzó a sus brazos, y se quedaron así, abrazadas, como si el día necesitara ese gesto para cerrarse.
***
Más tarde, Isabelle reunió a Camille, Lucie y Adrien en la sala.
—Esta noche voy a ver