*Le Jardin* brillaba con su estilo sobrio y refinado. Las velas sobre las mesas proyectaban sombras suaves, y el murmullo de conversaciones elegantes tejía una atmósfera casi cinematográfica. James llegó puntual. Elena ya estaba allí, sentada junto al ventanal, con una copa de vino blanco en la mano y una sonrisa que parecía ensayada.
—Qué gusto verte —dijo ella, alzando la copa.
James se sentó frente a ella, con expresión neutra.
—Ha pasado tiempo.
—Demasiado. Berlín parece tan lejos ahora, ¿no?
James asintió, sin entusiasmo.
—¿Cómo has estado?
—Bien. Trabajando. Viajando. Pensando en ti más de lo que debería —dijo, con una sonrisa ladeada.
James no respondió. Observó el lugar, como si buscara algo entre las sombras.
—¿Y tú? —preguntó Elena—. ¿Cómo va todo en Janix?
—Avanzando. Los proyectos están tomando forma.
Elena se inclinó un poco.
—¿Con Isabelle?
James la miró, sin responder. Luego dejó el menú a un lado.
—Quería hablar contigo sobre Berlín.
Elena