La noche había caído sobre la mansión con una calma engañosa. Isabelle estaba en su habitación, sentada junto a la ventana abierta, el teléfono en la mano. El aire era fresco, pero su pecho se sentía pesado. Marcó el número de James sin pensarlo demasiado.
Él respondió al segundo tono.
—Isabelle.
—Hola —dijo ella, con voz suave—. ¿Jonathan ya te pidió que asistas a la ceremonia?
Hubo una pausa breve. Luego James respondió:
—Sí. Me llamó ayer. Ha sido… insistente.
Isabelle se mordió el labio, mirando hacia el jardín oscuro.
—¿Vas a hacer lo que te está pidiendo?
James suspiró al otro lado de la línea.
—Todavía no lo decido. Pero conociendo a Jonathan, si no voy, hará que parezca una provocación. Probablemente sí. Aunque no me guste.
Isabelle cerró los ojos un momento.
—Si tú crees que es lo mejor… está bien.
James bajó la voz, como si quisiera que sus palabras la envolvieran.
—No dejes que esto te agobie. Pase lo que pase, estoy contigo. Aunque tenga que estar