La noche en Springhill transcurría con una calma casi poética. Al terminar la cena, James se levantó del sofá con ese gesto sutil que lo diferenciaba del resto. Edward le ofreció un café que él rechazó con cortesía, mientras Marina daba a Isabelle una última caricia en el cabello antes de despedirse.
Isabelle lo acompañó hasta el auto y volvió a marcar a Noah. Una vez. Dos. Tres.
—No responde —dijo en voz baja, mirando la pantalla.
James giró la llave en el encendido pero no arrancó.
—Si quieres, puedo llevarte de regreso a la mansión.
Isabelle dudó solo por unos segundos.
—¿Seguro que no te molesta?
—En lo absoluto. Tú no deberías estar esperando sola —respondió con una voz serena.
Ambos subieron al auto. El silencio durante el trayecto no era incómodo, sino denso de pensamientos que ninguno de los dos quería soltar aún.
***
Al llegar a la mansión Moore, el auto se detuvo frente a la entrada principal. Isabelle no se bajó de inmediato. Se giró hacia él con una exp