El cuerpo de Claire yacía sobre la alfombra, cubierto con una sábana blanca. El olor a vino y polvo se mezclaba con el silencio espeso que había caído sobre la sala.
James, con el rostro tenso, se volvió hacia el mayordomo.
—Llévenla al salón oeste y llamen al médico de la familia. Quiero un informe completo antes del mediodía.
El mayordomo asintió y, junto con dos empleados, retiró el cuerpo con el mayor cuidado.
Camille, aún pálida, dejó un vaso casi vacío sobre la mesa.
—Este es el mismo vino que ibas a tomar anoche, Noah.
Noah giró hacia Isabelle, frunciendo el ceño.
—¿Por eso me lo quitaste? ¿Porque sabías que estaba envenenado?
—¡No! —Isabelle negó con fuerza—. No tenía idea. Solo… te vi a punto de beber y… fuiste el primero que encontré.
James, de pie junto al ventanal, la observaba con los ojos entornados.
—Entonces, ¿si hubieras visto primero mi vaso, hubieras venido a mí?
—Claro que sí —respondió Isabelle sin dudar, pero James no apartó esa mirada inquisitiva.
No