Isabelle caminaba rápido, con el corazón golpeándole el pecho. No sabía si estaba huyendo de Noah, de Sophie… o de ella misma.
—Isabelle —la voz de James resonó detrás de ella, grave, decidida.
Ella no se detuvo.
James alargó el paso y la alcanzó justo antes de que girara hacia la escalera.
—Mírame —ordenó, tomándola suavemente del brazo.
—No hagas esto aquí —susurró ella, evitando su mirada.
—¿Qué quieres que haga? —James se inclinó hacia ella, su voz baja, pero cargada de tensión—. ¿Dejar que ellos decidan por ti? ¿Que Sophie y Noah escriban tu historia mientras tú… te quedas callada?
Ella apretó los labios, sintiendo que cada palabra era un golpe directo a lo que intentaba contener.
—Tú no entiendes…
—Entiendo más de lo que crees —la interrumpió—. Y no voy a quedarme sentado viendo cómo te usan para sus juegos.
—James… —su voz se quebró.
Él dio un paso más, acortando la distancia, con la mirada fija en ella.
—Si me dices que no te importa… me iré ahora mismo