El cristal empañado filtraba la luz dorada, haciendo que el aire pareciera más denso. Isabelle entró buscando un momento de calma, pero no estaba sola.
Sophie estaba allí, inclinada sobre una mesa de trabajo, podando unas orquídeas con una delicadeza casi teatral.
—Vaya, mira quién decidió visitar mi rincón favorito —dijo Sophie, sin alzar la vista.
Isabelle se tensó, dispuesta a ignorarla, pero Sophie habló antes de que pudiera girarse.
—Sabes… no todos en esta casa creen que eres la esposa perfecta para Noah.
—¿Eso es una advertencia o un comentario gratuito? —preguntó Isabelle, forzando calma.
Sophie sonrió de lado, aún concentrada en las flores.
—Solo un hecho. Noah necesita a alguien que piense como él… y James, bueno, él solo piensa en lo que quiere. Tú decides si quieres ser un pasatiempo… o una verdadera Moore.
El silencio se volvió incómodo.
Sophie dejó las tijeras sobre la mesa y, al pasar junto a Isabelle, se inclinó lo suficiente para que su voz fuera un