La brisa suave de la Provenza se colaba por las ventanas abiertas del pequeño hotel boutique. Las paredes, de piedra antigua, olían a lavanda y vino tinto. Isabelle dejó su maleta junto a la cama y se asomó al balcón. La vista se perdía entre viñedos y colinas doradas por el atardecer.
Camille la abrazó por la espalda.
—Esto es exactamente lo que necesitabas —dijo, guiñándole un ojo.
Lucie apareció con una botella de vino en una mano y tres copas en la otra.
—A olvidar a los Moore… aunque sea por unas horas.
Rieron, pero Isabelle no pudo evitar mirar su teléfono, que vibraba sobre la mesa.
James: Avísame cuando llegues. Noah: Necesito hablar contigo. Los ignoró. Sirvió el vino y brindó con sus amigas, pero por dentro sentía que, aunque estuviera a miles de kilómetros, ellos seguían respirándole en la nuca.
Mansión Moore – Misma noche
James estaba de pie junto a la chimenea del salón principal, con una copa de whisky en la mano. Miranda recostada en un sillón cercano, l