Capítulo 63 — La cocina de la nana
La luz de la mañana entraba suavemente por los amplios ventanales de la cocina, tiñendo el mármol de un tono cálido. El silencio de la mansión apenas se interrumpía por el sonido del hervidor y el suave golpeteo de ollas y cucharas. Kerim estaba sentado en uno de los altos taburetes junto a la isla central, sosteniendo una taza de café entre las manos. Aún tenía el rostro cansado y las ojeras marcadas, pero había serenidad en su mirada. Por primera vez en días, se sentía en casa.
Frente a él, la más anciana de las empleadas —la Nana, como todos la llamaban— movía las manos con la misma soltura de siempre, cortando verduras y batiendo huevos con una naturalidad que solo los años y el cariño podían dar. Ella había visto a Kerim dar sus primeros pasos, pronunciar sus primeras palabras, llorar y reír. Había sido su refugio cuando niño… y en cierto modo, aún lo era.
—Buenos días, señor Kerim. ¿Cómo amaneció? —preguntó un guardia entrando a la cocina, rect