Capítulo 35
El silencio pesaba en el apartamento.
Zeynep doblaba con cuidado la última blusa y la guardaba dentro de la maleta. Había intentado hacerlo sin pensar, sin sentir, pero cada prenda le dolía. Entre las cosas que aún quedaban en el armario encontró una pequeña manta azul, con el olor del bebé. La tomó entre sus manos temblorosas y la acercó a su rostro.
—Aunque no te tuve en mi vientre —susurró con un hilo de voz—, para mí siempre fuiste mi hijo.
Sus labios temblaron—. Solo quería tenerte conmigo, llenar el vacío que me dejó aquello que perdí hace años… pero no funcionó.
Se le escapó un sollozo. Apretó la manta contra su pecho y cerró los ojos, sintiendo el peso de la tristeza hundirle el alma.
Después respiró profundo, se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y cerró la maleta. Caminó despacio hacia la puerta, arrastrando las ruedas sobre el suelo.
Dejó el equipaje junto a la salida y se quedó mirando el apartamento por última vez: la cuna, los juguetes, la botella de