El Llamado a la Puerta
La casa se sentía como un remanso de paz. El único sonido era el suave murmullo de las cacerolas en la cocina. Emme acababa de volver del mercado, sus bolsas llenas de verduras y pan fresco, decidida a mimar a Zeynep con una comida que le recordara su hogar y no la opulencia fría de la mansión Seller.
Dejó las bolsas de tela en la mesa de la cocina y se quitó el abrigo. Recorrió la sala de estar con la mirada y se dio cuenta de que su hermana no estaba a la vista. Con una sonrisa, se acercó a la pequeña habitación que antes compartían. Abrió la puerta con sumo cuidado.
Allí estaba Zeynep, acurrucada bajo una colcha tejida a mano, abrazando una fotografía descolorida. Su respiración era lenta y profunda, un testimonio de la tranquilidad que solo encontraba en ese lugar. Su rostro, libre de la tensión y el miedo de la mansión, se veía joven y vulnerable.
Emme sonrió. Cerró la puerta con cuidado y se dirigió a la cocina. Puso el arroz a cocer y comenzó a cortar los